La herencia que los Caballeros del Temple dejaron a la banca moderna
Los monjes guerreros, más conocidos como “caballeros templarios”, formaron parte de una orden religiosa con una jerarquía inspirada en la teología, una declaración de principios y un código ético. Además, estaban aferrados a la guerra santa: los templarios se dedicaban a la defensa de los peregrinos cristianos a Jerusalén.
Luego de que la “Tierra Santa” fuese conquistada en la Primera Cruzada de 1099, los peregrinos empezaron a llegar tras recorrer miles de kilómetros en su travesía por Europa. De alguna manera, los transeúntes debían llevar dinero para sus necesidades; pero a la vez, no más de lo necesario para no convertirse en blanco perfecto para los ladrones.
Y aquí entraba el juego de los templarios: los peregrinos podían depositar su oro en Temple en Londres y retirarlo en Jerusalén. En vez de cargar con su dinero, llevaban una carta de crédito: la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón. No se sabe cómo se operaba, pero fue una organización tan empapada de leyenda que alimentó a muchas historias populares.
El sistema implantado por los templarios logra asemejarse a los bancos privados modernos, aunque uno cuyo dueño era el Papa, aliado con reyes y príncipes europeos, y operado monjes que habían hecho votos de pobreza. Pero no sólo transferían dinero a lugares distantes, sino que además proveían una gama de servicios financieros reconocidamente modernos.
Si alguien decidía adquirir, por ejemplo, una isla en la costa occidental francesa, los templarios podían actuar como intermediarios. Enrique III pagó 100 libras esterlinas al año durante cinco años al Templo en Londres y, cuando sus hombres poseyeron la isla, estos caballeros se aseguraron de que el conde de la Marche recibiera lo correspondiente: los templarios fueron prestamistas de altísimo nivel.
Fuente: bbc.com
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