Los misterios del Santo Sepulcro
Fieles de todos los tiempos han señalado al Santo Sepulcro como la tumba en donde yació el cadáver de Jesucristo, hasta su resurrección. Está situado dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro, la edificación más sagrada para el mundo cristiano y una de las más enigmáticas para la ciencia.
Mientras que la Iglesia explica la muerte y resurrección de Jesucristo a través del dogma de la Resurrección, historiadores y científicos ponderan la posibilidad de que en realidad no haya muerto en la cruz. Lo cierto es que, hoy, las tres grandes religiones monoteístas del mundo poseen una parcela secular en Jerusalén, Tierra Santa, y los cristianos particularmente encuentran en la iglesia del Santo Sepulcro su lugar más sagrado.
Desde el siglo IV en adelante, peregrinos de todo el planeta se han acercado hasta la iglesia que, si bien pequeña, llega a albergar tanto el Gólgota, o monte Calvario, es decir, el montículo pedregoso sobre el que se clavó la cruz; como el Santo Sepulcro, la tumba que José de Arimatea, un discípulo judío muy rico, prestó para acoger al cuerpo de Jesucristo.
Se sabe que los cristianos de Jerusalén comenzaron a celebrar ceremonias litúrgicas sobre la tumba de Jesucristo desde el momento en que murió, aunque todo se vio interrumpido con la llegada del emperador Adriano, hacia el año 66, cuando demolió las instalaciones existentes para erigir un templo en honor a la diosa romana Venus. Recién en el año 312, con la conversión de Constantino al cristianismo, comenzaron las reformas que dieron origen a la iglesia del Santo Sepulcro, entre otras. De aquella primera construcción poco queda hoy, después de que templarios y cruzados intervinieran en numerosas refacciones que terminaron por cambiar la orientación de prácticamente todas las naves de la iglesia.
Hoy, la iglesia del Santo Sepulcro está custodiada por las distintas escisiones del tronco común cristiano: coptos, ortodoxos griegos, protestantes, armenios y católicos, entre otros, todos tienen una capilla y una parcela a cargo. Si bien no es posible afirmar a ciencia cierta que el Santo Sepulcro es el lugar en el que efectivamente Jesucristo murió, estudiosos y religiosos coinciden en señalar que no existe otro lugar más plausible.