El fútbol en el infierno de Auschwitz
Yehuda Bacon tenía 14 años de edad cuando ingresó al campo de exterminio de Auschwitz, en donde perdió a toda su familia. Sobreviviente del Holocausto, hoy rememora cómo el fútbol era un sinsentido similar a un pasatiempo que compartía con otros reclusos.
Recuerda que fue un oficial nazi el que les proporcionó un balón para poder jugar: "Nos lo dio el Doctor Klein, uno de los SS. Venía a vernos e incluso algunas veces jugaba con nosotros. Él fue el que nos consiguió la pelota", señaló en entrevista con el medio Marca.
Bronisaw Cynkar, otro prisionero, también recuerda hoy sus días de fútbol en el infierno: "Se jugaba en la plaza central en el invierno de 1940-41. Como guardameta tuve mucho éxito y cuando defendía la portería hacían apuestas altas por la victoria de Polonia".
Por aquella época, Auschwitz todavía no era el horrible campo de exterminio que más tarde encontrarían los soviéticos. Por entonces, era un campo de concentración y todo el mundo estaba condenado a trabajos forzados.
A partir de 1941, todo comenzó a cambiar y proliferaron hornos crematorios y cámaras de gas, muy cerca del predio que se empleaba para jugar al fútbol. Era una especie de vergel, con un césped siempre verde y debidamente cuidado.
En ocasiones, aquellos presos que jugaban al fútbol recibían comida extra, un gesto que, más allá de su crueldad, permitió que muchos salvaran su vida. Estadísticamente, la desnutrición fue un arma efectiva del régimen de Auschwitz para aniquilar prisioneros.
Miklos Nyiszli, otro prisionero sobreviviente, recuerda que el día en que uno de los cuatro hornos crematorios falló, los soldados organizaron un partido entre miembros de los SS y los SK, siglas que mencionaban a los prisioneros judíos que trabajaban con los cadáveres.
Fuente: es.besoccer.com