La historia de los huevos de Pascua
Como en todas las celebraciones, durante la Pascua se repiten gestos y costumbres adquiridas aún cuando no se conozca a ciencia cierta su significado o su historia; tal es el caso de los huevos de pascua, que se realizan, se regalan y se consumen, de todos los tamaños y colores, durante estos días… pero ¿de dónde viene esta costumbre? Si bien hay muchas fuentes que sostienen teorías diversas, y la figura del huevo es utilizada desde tiempos inmemoriales para representar la fertilidad, a la primavera y al propio mundo, en distintas culturas como la griega, la persa o la china, una de las historias más aceptadas de la inclusión de los huevos como parte de la celebración de la pascua se remonta a la Edad Media, cuando el Papa Julio III prohibió el consumo de huevos durante la cuaresma, lo que hizo que grandes cantidades de huevos que no se consumían durante esos días se acumularan en cada familia; cuando llegaba el domingo pascual, y la prohibición se terminaba, todos esos huevos debían utilizarse, y así se convertían en regalo: para perfeccionar esta ofrenda, muchos comenzaron a especializarse en la decoración de los huevos.
En este rubro, cada cultura tiene su particularidad, así como en Grecia se regalan huevos pintados de rojo, que recuerdan la sangre de Cristo, en Austria se entregan pintados de verde durante el jueves santo, o en Armenia se decoran con imágenes de Jesús y de la Virgen. Recién en el siglo XVIII la industria chocolatera alcanzó la perfección en el manejo ornamental de su materia, y los huevos de chocolate empezaron a reemplazar de a poco a los huevos frescos de ave en la preferencia de los festejantes (no en vano el nombre científico del cacao, principal ingrediente del chocolate, es Theobroma, en latín, alimento de Dios). Poco después comenzó la historia de los fastuosos huevos “no comestibles”, muchas veces coleccionados por las familias reales.
Los huevos de pascua más caros e imponentes de la historia fueron realizados por el joyero ruso Kart Gustavovich Fabergé, quien elaboró más de 50 huevos imperiales para la corte rusa a principios del siglo XX, muchos de los cuáles todavía se conservan; uno de ellos, labrado en cristal de roca y ornamentado con más de 3 mil diamantes, está en venta con un valor de alrededor de 5 millones de dólares.