El nombre de la maldad
La lista de pecados capitales conforma un compendio moral utilizado desde los comienzos del cristianismo para adoctrinar a sus acólitos. Aunque no aparece en ninguna parte de la Biblia, hace siglos se la reconoce dentro de la Iglesia católica como una guía de conducta.
Durante el siglo XVI Peter Binsfeld, un teólogo y obispo alemán famoso por formar parte de la sanguinaria campaña anti brujas de la época, adjudicó un demonio a cada uno de los pecados capitales. Convencido de que el ejército de satanás se valía de numerosos servidores para apartar a los fieles del camino del bien, alertaba en su tratado sobre las múltiples caras que adopta el maligno:
-A la lujuria le correspondía Asmodeo, quien habría engendrado miles de hijos demoníacos con Lilith, la mitológica primera mujer de Adán.
-El demonio de la gula era Belcebú, uno de los príncipes de las tinieblas.
-Mammon era el señor de la avaricia. El nombre en hebreo puede traducirse como tesoro, dinero o riqueza.
-A la pereza le adjudicó al temible Belfegor, responsable de llevar a los hombres a un camino de desidia prometiendo riquezas sin esfuerzo.
-Amón fue el demonio de la ira. Capaz de conocer el pasado y el futuro, era el responsable de vigilar a quienes habían pactado con el diablo.
-Leviatán era el príncipe de la envidia. Era representado como un monstruo marino, posiblemente una encarnación de la serpiente que tentó a Adán y Eva en el paraíso.
-Lucifer, el ángel desterrado de los cielos por desafiar el poder de dios, fue considerado el demonio de la soberbia.
Fuente: SUPERCURIOSO
Imagen: Autor Desconocido - Livre de la Vigne nostre Seigneur; Francia 1450-1470, Dominio público, vía Wikimedia Commons