La barcaza voladora de John Wilkins de hace 400 años
En el siglo XVII la ciencia avanzaba a pasos agigantados. En todas las áreas de la ciencia se realizaban descubrimientos y se enunciaban teorías que asombraban al mundo entero. John Wilkins, clérigo inglés y científico aficionado, escribió en 1638 un libro titulado "Descubrimiento de un nuevo mundo... en la Luna". Wilkins pensaba que tanto la Luna como otros planetas estaban al alcance de los humanos, pero para ello hacía falta una nave.
Por eso, durante los siguientes años, se dio a la tarea de diseñar una nave con detalles técnicos del diseño de barcos, ciencias atmosféricas, estudios de las aves y física experimental. La nave voladora de Wilkins era similar a una barcaza, con un potente motor de reloj accionado por un resorte, y utilizaba pólvora para accionar un mecanismo que desplegaba un par de grandes alas de pájaro.
Wilkins calculó que el “tirón” del campo magnético de la Tierra terminaría a 30 kilómetros de la superficie, y que una vez superada esta barrera, la nave y sus tripulantes podrían deslizarse tranquilamente hasta la Luna.
Pero en 1659, Robert Boyle y Robert Hooke descubrieron que el espacio era vacío, que no había aire y, por lo tanto, era intransitable. De ese modo terminó el sueño de la barcaza de John Wilkins, pero su visión, como la de varios científicos más de la época, impulsaron una era dorada para las ciencias espaciales.
Fuente: bbc.com
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