El legendario Fuego Griego que nada podía apagar
A lo largo de la historia, el hombre ha creado una infinidad de armas de enorme capacidad destructiva, desde los primeros usos de la pólvora hasta las bombas nucleares de la actualidad. Pero en el abanico de los horrores, muy pocas armas han asombrado tanto a los historiadores y despertado la imaginación de los hombres como el legendario Fuego Griego.
Fue Calínico de Heliópolis, un refugiado judío en el Imperio Bizantino, quien "inventó el arte de proyectar fuego líquido" durante el mandato de Constantino IV (668-685). Su composición es, hasta el día de hoy, un misterio. Escritores de la antigüedad hablaban de éter de petróleo, azufre, carbón, salitre, trementina, y hasta resina de pino.
El Fuego Griego era temido por el mundo antiguo porque se pegaba a la piel o la ropa, ardía más tiempo y a más temperatura, y aún más: ardía sobre el agua. Supuestamente, las llamas sólo se podían apagar con una mezcla de orina, arena y vinagre. El arte de su composición era un secreto tan bien guardado, que quienes lo conocían se lo llevaron a la tumba y se perdió para siempre.
Era lanzado con bombas de aire manuales, dando el efecto de un lanzallamas moderno. Fue con esta arma que los barcos griegos acabaron con la flota árabe que atacó Constantinopla en 673, y con una flota rusa en el siglo X. Para muchos historiadores, el Fuego Griego fue clave para que el Imperio Bizantino se mantuviera durante tanto tiempo a pesar de sus muchos enemigos.
Fuente: bbc.com