El extraordinario caso de los dinosaurios momificados
En el mundo de la paleontología, los fósiles, los restos de animales prehistóricos preservados en las rocas, son un gran tesoro. Pero cada tanto, ocurre que aparece algo mucho más extraño y valioso, algo tan raro que permite a los científicos tener una visión más certera de ese mundo perdido millones de años atrás: una momia de dinosaurio.
De qué se trata
El paleontólogo argentino Juan Ignacio Canale, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), explica lo que es una momia de dinosaurio: “Se habla de momia cuando, además del esqueleto, hay alguna parte blanda preservada. Es un tipo de fosilización singular, más allá de lo excepcional que ya es en sí, porque si el reciclado de la materia siguiera su curso natural y perfecto, no existirían los fósiles”.
El fenómeno de la momificación en animales extintos hace millones de años es realmente un tesoro para los paleontólogos, ya que los provee de información que de otro modo quedaría sujeta a su interpretación. ¿Cómo era la piel? ¿Cómo era el escamado? ¿Tenían plumas, filamentos, pezuñas o garras?, son preguntas que, a través de una momia, se pueden responder rápidamente.
Ejemplares invaluables
Canale explica que “Tenemos maneras de inferir algunas partes blandas, pero son inferencias, no las vemos. En el caso de las momias, sí. Por eso son tan valiosas, llaman tanto la atención y, aunque sea difícil, todos los paleontólogos queremos encontrar una”. El paleontólogo utiliza como ejemplo al elefante: si nunca hubiéramos visto uno, y solo tuviéramos los esqueletos, no tendríamos certeza sobre la forma o el largo de su trompa.
Los expertos coinciden en que, para que la momificación ocurra de manera natural, es necesario tener condiciones ambientales específicas, en donde no pueda existir ningún necrófago, y que el cadáver permanezca imperturbable por millones de años, sin sol, sin aire y sin corrientes acuáticas.
El Tutankamón de los dinosaurios
Esta especie de “sarcófago natural” fue lo que protegió al Borealopelta markmitchelli, un herbívoro acorazado cubierto de púas único en su especie, que fue descubierto en Alberta, Canadá. Este animal fue llevado hasta el mar por algún río prehistórico, se desinfló de los gases putrefactos, se hundió y fue sepultado bajo un fondo barroso y gélido, en donde se mantuvo a salvo de carroñeros por 112 millones de años.
El Borealopelta markmitchelli se exhibe ahora en el Museo Royal Tyrrell, en Canadá, y se le considera una de las mayores joyas de la paleontología, hasta el punto de llamarlo el Tutankamón de los dinosaurios. Así de extraordinarias y valiosas son las momias de dinosaurios para los paleontólogos.