Un día como hoy, del año 323 a. C., fallecía Alejandro Magno, joven gobernante macedonio y extraordinario estratega militar que, sin jamás perder una batalla, estableció el imperio más grande del mundo antiguo e influenció profundamente a las culturas griega y asiática.
Nacido en Macedonia, hijo del rey Filipo II y la reina Olimpia, Alejandro recibió una educación clásica por parte del filósofo Aristóteles y educación militar a través de su padre. A los 16 años tomó sus primeras tropas para combatir y, dos años más tarde, condujo gran parte del ejército de su padre, que ganó la batalla de Chaeronaea y puso Grecia bajo dominio macedonio.
En 336 a. C., Filipo II fue asesinado y Alejandro ascendió al trono. Dos años más tarde, el joven rey llevó a un gran ejército a Asia Menor para conquistar Persia, como lo había planeado su padre. Desfavorecidos en las batallas contra las fuerzas persas, Alejandro demostró una comprensión de la planificación estratégica militar y de maniobras tácticas sin precedentes.
Nunca perdió una batalla, y en el año 330 a. C., toda Persia y Asia Menor estaban bajo su dominio. Dentro de su imperio, fundó grandes ciudades como Alejandría, en Egipto, e introdujo cambios políticos y económicos, basados en modelos griegos que le habían enseñado en su juventud.
Aunque Alejandro controlaba el imperio más grande en la historia del mundo hasta entonces, lanzó una nueva campaña oriental después de su regreso de Persia. En 327 a.C., había conquistado Afganistán, Asia Central y el norte de la India.
Al año siguiente su ejército, exhausto después de ocho años de lucha, se negó a ir más allá, y Alejandro lo condujo en un difícil regreso a casa a través del desierto de Makran. En junio de 323 a. C., enfermó después de un largo banquete y de mucha bebida.
Tuvo un ataque y murió sin dejar sucesores; un año más tarde, su cuerpo regresó a Alejandría, donde fue enterrado en un ataúd de oro.
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