Ración K: el poderoso alimento de la Segunda Guerra Mundial
Durante las primeras guerras documentadas, los ejércitos se despreocupaban totalmente de la alimentación de su ejército, ya que los propios combatientes debían asegurar su manutención. Pero en 1775, el Congreso de Estados Unidos tomó cartas y asignó un personal específico para que preparase la comida y la repartiese entre las compañías.
Así fue como durante el periodo de entreguerras, aparecieron las primeras dietas militares. La ración A, compuesta en un setenta por ciento por carnes y vegetales y que debía servirse caliente; la ración B, muy similar, pero con productos enlatados; o la ración D, pensada para el regimiento de caballería, que también contenía una ración de chocolate amargo, mantequilla de cacahuetes y azúcar.
Pero entrada la Segunda Guerra Mundial, el Departamento de Guerra decidió renovar la alimentación militar, mediante el asesoramiento de un nutricionista, que diseñó la conocida “ración K” (“dieta mediterránea”). Este término proviene de la letra inicial del apellido del experto en nutrición: Ancel Keys.
La ración de este nuevo método estaba compuesta de: dos paquetes de galletas, cigarrillos, chicles, azúcar, café instantáneo y una llave para abrir conservas, las cuales podían ser de carne, huevos, fruta, queso, jugo de limón, naranja o uva. Además, se incluía cerillas, papel higiénico, sal, chocolate, dulces, caramelos y tabletas para purificar el agua. La ración K aportaba unas tres mil calorías diarias.
En el desembarco de Normandía se decidió dar un toque gastronómico, y se elaboró una ración específica: galletas de la ración K, chocolate de la ración D, café soluble, caldo deshidratado, caramelos, barras de fruta, carne enlatada, goma de mascar y tablas multivitamínicas. Una destreza culinaria que habrá complacido hasta los estómagos más exigentes.
Fuente: abc.es
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