La injusta ejecución del espía británico acusado de colaborar con los nazis
Durante la Segunda Guerra Mundial, resultó vital mantener en secreto los movimientos de los ejércitos y controlar el flujo de información para vencer al enemigo en el campo de batalla. Tanto los nazis como los Aliados utilizaron la técnica de espionaje como arma principal, y así identificaron y arrestaron a aquellos cómplices de colaborar con el bando opuesto.
El británico Oswald Job, un hombre de negocios que viajó a Europa en diversas ocasiones durante los años treinta, quedó atrapado por las fuerzas alemanas, siendo obligado a trabajar para ellos. Para no ser asesinado, Job tuvo que brindarles todo tipo de información útil sobre las maniobras de su país.
Sin embargo, a mediados de 1943, logró volver a Inglaterra. Comenzó su regreso desde Lisboa, pero en Londres ya habían informado la posibilidad del desembarco de un colaborador nazi que regresaba a Londres. El Servicio de Inteligencia MI5, persiguió al británico durante unas semanas, hasta que decidieron arrestarlo y condenarlo.
Luego de un largo interrogatorio, Job confesó haber colaborado con las fuerzas alemanas. Sin embargo, su trabajo como agente secreto no estaba claro. El autor de su biografía, Ed Perkins, enfatiza que su contribución con los nazis se limitó a realizar extorsiones mínimas por parte de los alemanes, tal y como muchos habían hecho a lo largo de la guerra.
En marzo de 1944, Job fue sentenciado a muerte en Old Bailey y ahorcado por traición en la prisión de Pentonville. El líder británico Winston Churchill y su comitiva trataron de convencer a los posibles espías de que la traición a la nación no era lo más conveniente, y la ejecución de Oswald Job fue la mejor manera de mostrarlo.
Fuente: elespanol.com
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