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10 datos que seguramente no sabes acerca del Imperio Bizantino

Por History Channel Latinoamérica el 12 de Agosto de 2021 a las 21:38 HS

El año 476 d. C. se cita generalmente como el año en que el Imperio Romano se derrumbó, pero su mitad oriental vivió durante otros mil años como el Imperio Bizantino, un poderoso reino centrado en Constantinopla (la actual Estambul). Este Imperio Romano de Oriente tenía muchas de las facetas de su contraparte occidental -una fuerte cultura, una economía en auge, arquitectura deslumbrante y líderes hambrientos de poder- lo que sirvió como un baluarte contra las invasiones de Europa hasta 1453, cuando fue finalmente derrocado por los turcos otomanos. A continuación, exploraremos 10 hechos fascinantes acerca del imperio medieval que construyó un puente entre el mundo clásico y el Renacimiento.

No fue llamado Imperio Bizantino sino hasta luego de haber caído

El término "Imperio Bizantino" entró en uso común durante los siglos XVII y XIX, pero hubiera sido completamente ajeno a los antiguos habitantes del Imperio. Para ellos, Bizancio era una continuación del Imperio Romano, que simplemente había trasladado su sede del poder de Roma a una nueva capital oriental en Constantinopla. Aunque eran en gran parte de habla griega y cristiana, los bizantinos se llamaban a sí mismos "Romaioi", o romanos, y todavía suscribían al derecho romano y se deleitaban en la cultura y los juegos romanos. Tras la conquista de Constantinopla en 1453, el líder turco Mehmed II incluso se adjudicó el título "César de Roma".

Constantinopla fue construida con el propósito de servir como capital imperial

Los primeros orígenes del Imperio Bizantino datan del año 324, cuando el emperador Constantino abandonó la ciudad de Roma, en decadencia, y trasladó su corte a Bizancio, una antigua ciudad portuaria situada estratégicamente en el estrecho de Bósforo, el cual separa Europa y Asia. En el lapso de tan sólo seis años, Constantino convirtió una colonia griega dormida en una metrópoli completa con foros, edificios públicos, universidades y murallas. Incluso movió antiguos monumentos romanos y estatuas para cimentar su estatus como capital mundial. En el año 330, Constantino llamó a la ciudad "Nova Roma", o "Nueva Roma", pero pronto se hizo conocida como "Constantinopla" debido al nombre de su creador.

Su emperador más influyente tenía orígenes humildes

El ascenso de Bizancio se correspondía con el reino poco probable de Justiniano I. Nacido alrededor de 482 en los Balcanes, pasó su juventud como hijo de un campesino antes de ser llevado bajo el ala de su tío Justino I, un ex criador de cerdos y soldado que más tarde se convirtió en el emperador bizantino. Justiniano siguió a Justino en el año 527, y aunque siempre hablaba griego con acento -una mala señal de sus orígenes provincianos-, probó ser un gobernante nato. Durante casi 40 años en el trono, recapturó enormes extensiones de territorio romano perdido y puso en marcha ambiciosos proyectos de construcción, incluyendo la reconstrucción de Santa Sofía de Constantinopla, una iglesia con cúpula que ahora se considera uno de los grandes logros arquitectónicos de la historia. Tal vez lo más importante de todo sea que Justiniano fue responsable de la compilación de las leyes romanas en el Corpus Iuris Civilis, un compendio de la jurisprudencia que forma la base de muchos sistemas jurídicos modernos.

Una revuelta de hooligans, por una carrera de carros, casi puso al Imperio de rodillas

Así como las franquicias deportivas modernas tienen fanáticos a muerte, las carreras de carros bizantinos tenía a los azules y los verdes, un par de grupos fanáticos -y a menudo violentos- que llevaban el nombre de los colores usados ​​por sus equipos favoritos. Estos antiguos hooligans eran enemigos, pero en 532, el descontento sobre los impuestos y el intento de ejecución de dos de sus líderes logró unirlos en una insurrección sangrienta conocida como el Disturbio de Nika. Durante varios días, los azules y verdes enloquecieron a Constantinopla incendiando edificios e intentando coronar a un nuevo gobernante. El emperador Justiniano casi huyó de la capital, pero fue disuadido por su esposa, Teodora, quien lo convenció de que era más noble luchar por su corona. Alentado por sus palabras, Justiniano hizo que sus guardias bloquearan las salidas del hipódromo de la ciudad –que los alborotadores estaban usando como cuartel- para emboscar a los revoltosos con una gran cantidad de tropas mercenarias. El resultado fue una gran masacre. En el momento en que la batalla terminó, se estima que 30 mil personas habían muerto, algo así como el 10 por ciento de toda la población de Constantinopla.

Los gobernantes bizantinos eran conocidos por cegar y mutilar a sus rivales

Los políticos bizantinos a menudo evitaban matar a sus rivales para poder realizar actos horribles de mutilación física. Muchos supuestos usurpadores y emperadores depuestos fueron cegados o castrados para impedirles liderar tropas o engendrar hijos, mientras que a otros les cortaron sus lenguas, nariz o labios. La mutilación suponía un impedimento para que las víctimas se enfrentaran al poder -a las personas desfiguradas se les prohibía tradicionalmente ser parte del sistema imperial de gobierno- pero no siempre funcionaba según lo previsto. Es sabido que al emperador Justiniano II le amputaron la nariz cuando fue derrocado en 695, pero regresó del exilio 10 años más tarde y recuperó el trono.

Su milicia utilizaba una primera versión del napalm

Bizancio le debe gran parte de su éxito militar al fuego griego, un líquido incendiario misterioso que se utilizó para quemar a las tropas enemigas y barcos. La receta exacta para esta antigua napalm se ha perdido en la historia -podría haber contenido desde resina de petróleo y pino hasta azufre y salitre- pero los registros lo describen como una sustancia espesa y pegajosa que podía ser pulverizada desde sifones o lanzada en ollas de barro como granadas. Una vez encendida, no podía ser extinguido con agua y podía incluso arder en la superficie del mar. El fuego griego se encontraba principalmente asociado a la flota bizantina, que lo utilizó para generar un efecto devastador contra los invasores árabes y rusos durante los asedios de Constantinopla en los siglos VII, VIII y X.

El Imperio permitió el auge de la Iglesia Ortodoxa Oriental

Bizancio fue casi siempre un imperio cristiano, pero a lo largo de los siglos su iglesia de habla griega desarrolló distintas diferencias litúrgicas con respecto a la iglesia occidental católica, de habla latina. Las tensiones teológicas finalmente estallaron en 1054, cuando un enfrentamiento entre el patriarca de Constantinopla y un delegado papal llevó a las iglesias oriental y occidental a emitir decretos excomulgándose entre sí. Este "Gran Cisma" creó dos ramas separadas del cristianismo: la Iglesia Católica en Occidente, y la Iglesia Ortodoxa del Este en el oriente bizantino. Las dos iglesias finalmente derogaron las órdenes de excomunión en la década de 1960, luego de una reunión histórica entre el Papa Católico Pablo VI y el patriarca ortodoxo Atenágoras I, pero siguen siendo entidades separadas hasta el día de hoy.

Su capital fue saqueada durante las Cruzadas

Uno de los capítulos más oscuros de la historia bizantina comenzó a principios del siglo XIII, cuando los guerreros cristianos se reunieron en Venecia para la cuarta cruzada. Los cruzados pretendían navegar hacia Oriente Medio para apoderarse de Jerusalén, en manos de los turcos musulmanes, pero debido a la falta de liquidez y la fricción con los bizantinos ortodoxos, fueron persuadidos a dar la vuelta hacia Constantinopla para restaurar al emperador depuesto del trono. Luego de que un acuerdo para financiar su expedición a la Tierra Santa no se concretara en 1204, los cruzados llevaron a cabo un sangriento saqueo de Constantinopla, quemando la ciudad y llevándose gran parte de su tesoro, arte y reliquias religiosas. También se repartieron gran parte del decreciente Imperio Bizantino e instalaron un gobernante Latino. Mientras que los bizantinos luego recapturaron Constantinopla en 1261, el Imperio nunca recuperó su antigua gloria.

La invención del cañón contribuyó a la caída del Imperio.

Las murallas de la ciudad de Constantinopla mantuvieron alejados a los invasores godos, persas, rusos y árabes durante siglos, pero demostraron no ser rival para los avances de la tecnología militar. En la primavera de 1453, habiendo conquistado la mayor parte de la frontera bizantina, los turcos otomanos bajo el sultán Mehmed II sitiaron la capital con una colección de cañones especialmente diseñados por un ingeniero húngaro. En el centro del arsenal se encontraba un cañón de 27 pies tan pesada que se requería un equipo de 60 bueyes para transportarlo. Después de bombardear las defensas de Constantinopla durante varias semanas, los otomanos abrieron una brecha en las paredes el 29 de mayo, lo que permitió a decenas de soldados islámicos ingresar a la ciudad y poner a sus habitantes contra la espada. Entre los muchos muertos se encontraba el último emperador bizantino, Constantino XI, que supuestamente se quitó los atributos reales y gritó "¡la ciudad está perdida, pero yo vivo!" antes de comenzar la batalla. Con la caída de su alguna vez poderosa capital, el Imperio Bizantino se derrumbó después de más de 1.100 años de existencia.

Los bizantinos preservaron muchos de los escritos de la Antigua Grecia

Los escritos de pensadores griegos como Platón, Ptolomeo y Galeno podrían haberse perdido en la historia si no fuera por el Imperio Bizantino. Aunque a menudo hostil hacia las llamadas ideas "paganas", los escribas bizantinos juiciosamente copiaron los manuscritos en descomposición de los antiguos, y las bibliotecas de Constantinopla dieron hogar a textos griegos y romanos que fueron desapareciendo lentamente en Occidente. Se ha estimado que de todos los manuscritos griegos antiguos que sobreviven hoy en día, más de dos tercios fueron heredados de los bizantinos.

 

 

 

Fuente: Evan Andrews