Por qué todas las fresas del mundo se originaron en Chile
En el año 1712, el espía Amedée François Frézie fue enviado por el rey de Francia, Luis XIV, al sur de América a recoger información para su reinado. Durante la odisea, Frézie se hizo pasar por mercader para lograr una misión de espionaje sin levantar sospechas. Según describe un artículo de la BBC, además de cumplir con su deber, el enviado se sorprendió con una planta chilena que los mapuches llamaban kellén.
Se trataba de fresas que, según Frézie, eran “tan grandes como una nuez, y a veces como el huevo de una gallina”. La diferencia significativa radica en que el fruto en Europa resultaba pequeño, mientras que las “Frugaria chiloensis” de Sudamérica poseían un tamaño, fragancia y sabor que superaba a las europeas. Por este motivo, Frézier decidió llevarse como suvenir cinco de estas plantas.
Sin embargo, en tierras francesas, estas plantas no fructificaron, por ser femeninas en su totalidad y no conseguir la polinización. Pero, en 1764, el joven Antoine Nicolas Duchesne logró crear unas plantas híbridas vigorosas y resistentes, ya que descubrió que, plantando fresas de Virginia cerca de las fresas chilenas, se estimulaba a estas últimas a producir frutos sorprendentes.
Duchesne decidió nombrar a ese híbrido como “Fragaria ananassa” (fresa piña), por tener un perfume es muy similar. Esos frutos, de igual tamaño que sus madres chilenas y con un color rojo mucho más oscuro y de sabor intenso, lograron acaparar la atención del mundo. Por eso, es probable que todas las fresas consumidas hayan sido descendientes de las kellén mapuches.
Fuente: bbc.com
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