Los secretos de la mejor obra de arte del mundo
Aunque Las Meninas, obra maestra del pintor del Siglo de Oro español, Diego Velázquez, está listada como una de las pinturas más visitadas y analizadas del mundo entero, todavía encierra varios secretos. También conocida como La familia de Felipe IV, la obra es un óleo sobre lienzo de 318 centímetros de alto por 276 centímetros de ancho. Se trata de una de las últimas pinturas de Velázquez, concluida en 1656.
El cuadro se ha destacado por una composición tan compleja como perfecta, con diversos tipos de iluminación y puntos de fuga. Sin embargo, más allá de la técnica, la obra genera inquietud en el espectador y son muchos los que se han dedicado a investigar el porqué, desde disciplinas tan variadas como el psicoanálisis o el esoterismo. Alguien concluyó que probablemente el secreto de su encanto estriba en el aire del cuadro. En tal caso, lo más importante sería aquello que no se puede ver.
Convencionalmente se establece que en el fondo de la pintura aparecen los reyes españoles reflejados, aunque son muchos los que creen que se trata de un retrato, colgado en la pieza.
Aunque la pintura se refiere a la familia real, es cierto que el protagonismo de la obra está centrado en otros personajes, más allá de la Infanta Margarita, como el propio Velázquez, que por incluirse en la obra ha sido considerado un verdadero revolucionario del arte de su tiempo.
El cuadro es tan complejo, que su sistemático análisis engendró un síndrome con nombre propio: el Síndrome de la Fatiga de las Meninas (SFLM), acuñado por los historiadores del arte para explicar el agotamiento que se sufre al momento de estudiarlo durante mucho tiempo.
En la pintura Velázquez dio forma a la Corona Borealis, constelación que recibe su nombre de la mitología griega, en donde una de las estrellas que la conforma es Margarita Coronae, imagen central del cuadro junto a la infanta.
Los estudios radiográficos revelaron que Velázquez no empleó ningún tipo de boceto para su obra maestra, corrigiendo los trazos a medida que avanzaba la pintura. Por ejemplo, su rostro, que en una primera instancia, estaba de perfil, o la mano derecha de la infanta Margarita.
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