La epidemia de 1917 que congelaba a quienes se infectaban
Aunque muchas perecieron, la mayoría de las personas infectadas por encefalitis letárgica simplemente se quedaban como dormidas; no en estado de coma, sino más bien un congelamiento. A tal punto fue así, que hacia principios del siglo XX se describía a las víctimas de esta rara epidemia como a estatuas vivientes. Fue preciso esperar varias décadas para que finalmente un neurólogo descubriera que existía una oportunidad de despertar a los enfermos.
Los contagios masivos de encefalitis letárgica saltaron a la historia como la epidemia de 1917, época en la que la humanidad hacía frente a una pandemia histórica: la de la gripe. Según los registros históricos, los pacientes de encefalitis letárgica llegaron a contarse por millones y, aunque la enfermedad desapareció durante la década de 1930, las personas infectadas continuaron paralizadas.
Los registros del austríaco Constantin von Economo, doctor encargado de bautizar la enfermedad con el nombre que hoy conocemos, permiten saber que los primeros síntomas en aparecer eran la fiebre y la faringitis, como sucede con la gripe. Sin embargo, a estos síntomas se sumaba la desorientación, el sonambulismo y finalmente el letargo absoluto. Hacia 1917, la epidemia se había propagado por Inglaterra, Austria y Francia.
Hacia 1924, cuando la epidemia alcanzó su pico, ya se había extendido a toda Europa y en poco tiempo alcanzó también al continente americano, probablemente merced al movimiento de humanos generado por la Primera Guerra Mundial. Hacia 1933, cuando la epidemia acabó inexplicablemente, los médicos continuaron atendiendo a los pacientes congelados por la encefalitis letárgica, muchos de ellos con décadas en estado de letargo.
En 1966, mientras el neurólogo británico Oliver Sacks trabajaba en Nueva York, descubrió que los pacientes dormidos durante décadas parecían reaccionar a ciertos estímulos, como la música. A partir de entonces comenzó a tratar a sus pacientes con técnicas de estímulos diversos y la administración de L-Dopa, un medicamento que se usaba para el párkinson. Repentinamente, los infectados despertaban como si nada hubiese sucedido. En algunos casos, eran adultos que habían ingresado a un estado catatónico cuando eran niños.
Fuente: infobae.com (Joaquín Sánchez Mariño)
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