El futbol gay llegó para quedarse
El primer futbolista en admitir su homosexualidad fue el nigeriano Justin Fashanu, quien por entonces (1990) se desempeñaba en la liga inglesa y, según los especialistas, tenía un promisorio futuro por delante.
Pero el mundo no estaba preparado para admitir su confesión: el director técnico del Nottingham Forest, equipo que había pagado un millón de libras por su pase, lo echó del equipo por su asistencia a “esos malditos pubs de maricones”.
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Desde entonces Fashanu deambuló por equipos de segunda línea y nunca logró desplegar su potencial. En 1998 un joven lo acusó de abuso sexual, lo que llevó al nigeriano a una profunda depresión que terminó en suicidio.
Alrededor de la fecha de aquel trágico final (1997) surgía en la Argentina el primer equipo de fútbol gay de sudamérica, llamado Los Dogos; en realidad, toda una institución que, desde el fútbol, lucha desde entonces por la diversidad, la libertad y la igualdad. En 2007 los Dogos coronaron su compromiso con el título en el Mundial Gay de Fútbol disputado en la Ciudad de Buenos Aires. Su recorrido ha inspirado la aparición de otros equipos de fútbol gay en el continente, como los Celestes de Uruguay, el Trigay de México y Los Cóndores, de Chile.
Otra muestra del cambio de mentalidad respecto de la diversidad sexual en un ambiente tan tradicionalmente machista se ha dado, justamente, en Inglaterra, allí donde el primer futbolista que “salió del clóset” fue juzgado y segregado: el presidente de la Asociación de Fútbol de Inglaterra, Greg Clarke, llamó a los jugadores de la liga a asumir su homosexualidad de manera grupal, para evitar ataques individuales y dar mayor fuerza a su mensaje
Fútbol gay: ¿signo de los tiempos?