El emperador que se implantó una nariz de oro para reclamar el trono
Hace 1300 años, el emperador Justiniano II no sólo fue depuesto y mutilado, sino que además debió colocarse una nariz de oro para reclamar el poder del Imperio Bizantino. Mediante esta hazaña, tras diez años en el exilio, el césar halló la forma de esquivar la ley bizantina que impedía que personas con "defectos" se consagraran monarcas.
A los 12 años de edad, Justiniano presenció este mismo hecho: observó cómo su padre ordenaba una rhinokopia (corte o amputación nasal) a sus dos tíos para quitarles la potestad de sus títulos imperiales. Mediante esta acción, el emperador Constantino IV facilitó la llegada al trono a su hijo, ya que los bizantinos creían que sólo podían ser declarados emperadores los hombres sin “imperfecciones físicas”.
Según Ofelia Manzi, ex investigadora de historia medieval de la Universidad de Buenos Aires, la historia de sucesión entre emperadores bizantinos “es un cuento de terror”. En Bizancio, se llevaron a cabo mutilaciones corporales para que una persona no pudiese acceder al trono; también existieron formas “piadosas” para imposibilitar el ascenso al poder, siendo la sentencia de muerte la más extrema.
Justiniano II se convirtió en el único hombre desfigurado capaz de tomar el poder, sin que nadie se atreviese a contradecirlo. Sin embargo, su dura brutalidad tuvo represalias, y en el año 711 volvió a caer en manos de una conspiración en su contra. Su reinado terminó con un golpe de Estado, y su cuerpo acabó siendo degollado y exhibido por las calles de Roma y Rávena.
Fuente: lanacion.com.ar (Catalina Bontempo)
Imágenes: Astromentum, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, via Wikimedia Commons / lanacion.com.ar (Libro de Horas / De casibus virorum illustrium)