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Cómo veraneaban los emperadores del Imperio romano

Por History Channel Latinoamérica el 01 de Septiembre de 2020 a las 18:10 HS
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Los emperadores romanos inventaron lo que se conoce como “turismo veraniego”, ya que huían del fragor de Roma cuando se transformaba en un lugar inhabitable a causa del tráfico y el ruido. Fue entonces cuando nació la idea de pasar el verano en zonas pacíficas o construirse una casa junto a la playa en pequeños pueblos europeos.

Uno de estos pueblitos fue Anzio -50 kilómetros al sur de Roma-, un lugar de pescadores que se puso de moda entre la burguesía. Los nobles decidieron construir sus casas a orillas del Mediterráneo, en búsqueda de tranquilidad, reposo y favores. Uno de ellos fue Cayo Mecenas, asesor de César Augusto, al que le unió una gran amistad hasta que descubrió la obsesión con su esposa.

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Sicilia fue otro de los destinos favoritos de la época, por su calor procedente del continente africano y porque aún quedaban en pie las construcciones y obras de arte que habían dejado los griegos, que otorgaba un toque cultural a las estancias. Fue así, hasta que las guerras púnicas corrompieron con la tranquilidad del ambiente y la isla sureña perdió interés para los romanos.

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Otro pueblo fue Tívoli, un bello lugar que logró despertar grandes pasiones al emperador Adriano. De inmediato, pasó a ser la cuna de los patricios, quienes levantaron lujosas villas próximas al palacio real. Se aprovecharon de los bosques y las fuentes naturales que creaban un entorno maravilloso, e incluso las ruinas que se conservan actualmente dan una idea del paraíso veraniego de aquel lugar.

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Las orillas del lago Averno, situado a unos 20 kilómetros de Nápoles, fue en realidad el cráter de un volcán relleno de agua gris y tranquila, donde muchos veraneantes acudían a rendir culto a Apolo. En las proximidades se encuentra el lago Lucrino, lugar de verano del gran filósofo Marco Tulio Cicerón. El orador también poseía otra en Formies, donde escribió sus tratados de retórica y filosofía.


Fuente: deia.eus

Imágenes: Wikimedia Commons / deia.eus