Recuerdo que el 19 de Marzo de 1866 sobrevino en Buenos Aires una tormenta de tierra como no ha habido jamás otra igual. Eran las cinco de la tarde cuando sobrevino, de súbito, un violento huracán de tierra, que dejó a la ciudad completamente en las tinieblas, durante quince minutos. Los destrozos y desgracias personales fueron numerosísimos, como se comprende. Varias calles servían de cauce de derivación de las aguas de lluvia, convertidas en torrentes imponentes, arrastrando personas, vehículos, bestias, muebles, etc., y demás objetos de las casas colindantes, por efecto de las inundaciones, determinadas por las copiosas lluvias. En este sentido se distinguían, especialmente, las calles Paraguay, Viamonte, Chile y Méjico; en la primera de éstas el nivel de las aguas alcanzaba, algunas veces, a cerca de tres metros. Estas calles formaban los terceros, que tenían que cruzarse por medio de puentes giratorios. Los terceros eran verdaderos ríos, temibles por la masa considerable de agua que arrastraban y la enorme velocidad de su corriente. En muchísimas otras bocacalles se hacía materialmente imposible cruzar de acera a otra, inconveniente subsanado con el auxilio de fornidos changadores, quienes, a horcajadas sobre sus espaldas, trasladaban a los viandantes, con gran contento de los vecinos del barrio, que se procuraban así un agradable pasatiempo. Los terceros, que tantos perjuicios ocasionaban a los propietarios colindantes, por efecto de las inundaciones y la humedad que dejaban detrás de si, en pisos y paredes, no desaparecieron sino cuando las Obras de Salubridad hicieron construir los cuatro caños de tormenta, destinados a llevar al río de la Plata las aguas torrenciales de las lluvias, y que ocupan las calles Paraguay, Cangallo, Méjico y Garay. Fuente: "Higiene Social, Asistencia y Previsión Social" Buenos Aires Caritativo y Previsor por el doctor Emilio R. Coni Buenos Aires Imprenta de Emilio Spinelli, Editor 1918. Capítulo XLII