La Batalla de Jemmingen fue librada el 21 de julio de 1568 y enfrentó a las diecisiete Provincias de los Países Bajos contra su soberano, el rey de España, con el fin de conseguir la independencia. La rebelión contra el monarca hispánico comenzó en 1568 y finalizó en 1648 con el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas, hoy conocidas como Países Bajos (u Holanda). Los países que hoy se conocen como Bélgica y Luxemburgo formaban parte de las diecisiete Provincias, pero permanecieron leales a la corona española (los territorios bajo el dominio del obispado no formaban parte de los diecisiete departamentos, sino del Sacro Imperio Romano Germánico y, por tanto, no tomaron parte en la guerra). El conflicto culminó con la independencia de los Países Bajos. Para la corona española, la libertad de las Provincias Unidas representó una gran pérdida de prestigio. El mantenimiento económico de la guerra durante un período tan prolongado contribuyó en gran parte a provocar las sucesivas bancarrotas de la corona española a lo largo de los siglos XVI y XVII, y al hundimiento de la economía de España.