Un día como hoy, del año 1794, Maximilien Robespierre inauguraba la nueva religión de la Revolución francesa: el Culto de la Razón y Culto del Ser Supremo, es decir, una serie de festividades religiosas celebradas durante el periodo conocido como el Terror, instancia de la Revolución francesa caracterizada por el jacobinismo radical.
Ideológicamente, se trató de un sincretismo en torno a influencias intelectuales de la Francia del Siglo de las Luces, a través de las logias masónicas, los clubes políticos y la iconografía de modas estéticas neoclasicistas y del Egipto Antiguo.
El Culto a la Razón comenzó en las regiones provinciales, especialmente en Lyon y en el Centro, donde los representantes allegados al hebertismo organizaron cortejos carnavalescos y ceremonias iconoclastas que cobraron un aspecto radical al momento de llegar a París, en donde se unieron a la fiesta de Libertad que se celebraba en la catedral de Notre-Dame.
El 10 de noviembre de 1793, por sugerencia de Chaumette, la Convención proclamó a la Diosa de la Razón, en identidad con la diosa grecorromana Sofía, personificada por Sophie Momoro, esposa del impresor Antoine-François Momoro. Por entonces, para su culto, le fue consagrado el altar mayor de la catedral de Notre Dame.
Con el culto católico suprimido, el Comité de Salud Pública sustituyó el catolicismo con el culto al Ser Supremo, una especie de religión laica que propuso una alternativa a las manifestaciones religiosas tradicionales con el culto a un ser que no interactúa con el mundo ni interviene en el destino humano. Mientras tanto, Robespierre se esforzó en impedir el ateísmo explícito.
Así, las fiestas cívicas buscaron reunir a los ciudadanos en torno a valores de alto contenido social, como la amistad, la fraternidad, el género humano, la niñez, la juventud y la desgracia. De todas, sólo se continuó durante algún tiempo la fiesta de la Naturaleza, celebrada a partir del 20 de mayo de cada año.