El 2 de enero de 1492, los Reyes Católicos de España, Fernando e Isabel, se apoderaron del último reducto musulmán en la Península, y echaron al Rey Nazarí Boabdil de su reino. Durante siglos, a los colegiales del vasto mundo arabo-islámico se les enseñó que la pérdida del paraíso andalusí se debió a la decadencia de los dirigentes de las Taifas (pequeños reinos musulmanes), que por su holgazanería y corrupción habían permitido que la Reconquista avanzara cada vez más en la recuperación de los territorios perdidos en el siglo VIII. Para los historiadores, es justamente esta profusión de alianzas, pactos y traiciones la que permitió a Granada sobrevivir durante dos siglos. Los nazaríes se mantuvieron en el poder más tiempo que los almorávides, miembros de la dinastía musulmana, cuyos ejércitos no tenían adversarios.