El 10 de mayo de 1508, por pedido del Papa Julio II, Miguel Ángel Buonarroti, por entonces de 33 años de edad, comenzó a pintar los frescos del techo de la Capilla Sixtina de la Ciudad del Vaticano, empleando diversas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento de la Biblia.
Miguel Ángel, genio renacentista considerado uno de los más grandes artistas de la historia por sus esculturas, pinturas y obra arquitectónica, trabajó en soledad durante cuatro años y se sirvió de andamios que él mismo construyó para pintar a 20 metros de altura.
Se dice que Miguel Ángel pintó de pie y también recostado en los andamios, boca arriba, hasta completar las más de 400 figuras que ocupan un total de 1100 metros cuadrados, destacándose especialmente la escena de la Creación de Adán.
Se estima que, hoy, alrededor de 25 mil personas visitan diariamente la Capilla Sixtina, considerada una de las obras pictóricas más complejas y bellas de toda la historia del arte.