Carlos I, rey de Inglaterra fue trasladado por las autoridades inglesas al castillo de Hurst a finales de 1648, y después al castillo de Windsor. El juicio contra el rey, por los cargos de alta traición y de "otros altos crímenes", comenzó el 2 de enero de 1649, pues Carlos había rechazado elevar una súplica, alegando que ninguna corte tenía jurisdicción sobre un monarca. Creía que su propia autoridad para gobernar le había sido dada por Dios cuando lo coronaron y fue ungido. Carlos fue decapitado el 30 de enero de 1649. Era práctica común que el verdugo levantara la cabeza del ajusticiado y la mostrara a la muchedumbre con las palabras: "¡Miren la cabeza de un traidor!"; y aunque la cabeza de Carlos fue exhibida, no se usaron estas palabras. En un gesto sin precedentes, uno de los líderes revolucionarios, Oliver Cromwell, permitió que la cabeza del rey fuera cosida a su cuerpo para que de esta forma su familia pudiera rendirle sus respetos. Carlos I fue enterrado en privado la noche del 7 de febrero de 1649, en la cámara acorazada de Enrique VIII, en la capilla de St. George en el castillo de Windsor.