En este día en 1943, los depósitos del ferrocarril de Roma fueron bombardeados por los Estados Unidos en un intento de romper la voluntad del pueblo italiano de resistir.
El 16 de julio, el presidente Franklin Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill hicieron un llamamiento a la población civil italiana a rechazar a Mussolini y Hitler y "vivir para Italia y para la civilización." Como un "incentivo", bombarderos estadounidenses atacaron la ciudad, destruyendo sus ferrocarriles. El pánico se desató entre los romanos. Convencidos por Mussolini de que los aliados nunca bombardearían la ciudad santa, los civiles se habían volcado a la capital italiana para su seguridad. El atentado no sólo sacudió la seguridad de la ciudad, sino también la confianza del pueblo en su líder. Los habitantes de Roma no estaban solos en esa desilusión. En una reunión en el norte de Italia, Hitler trató de revivir los espíritus decaídos de Il Duce, así como señalar sus deficiencias como líder. Temeroso de que Mussolini, después de haber sufrido reveses militares sucesivos, buscara la paz por su cuenta, dejando a los alemanes solos contra las fuerzas aliadas a lo largo de la península italiana, Hitler decidió reunirse con él para una conferencia sobre el arte de guerra. Mussolini se mantuvo atípicamente callado durante la arenga, en parte por su mal alemán (solicitaría una sinopsis traducida de la reunión más adelante), y en parte debido a su miedo a la respuesta de Hitler en caso de decir la verdad: que Italia no podía continuar luchando. Mussolini mantuvo la farsa de sus aliados alemanes: Italia presionaría. Sólo un día más tarde, Hitler ordenó en secreto al mariscal de campo Erwin Rommel, tomar el mando de las islas griegas ocupadas, y "saltar sobre Italia".