Antes del estallido de la Guerra Civil (1936-1939), las relaciones bilaterales entre México y España se centraban en el reconocimiento mutuo de sus respectivos sistemas políticos, el republicano por parte de España, y, en México, el del modelo derivado de la Revolución de 1910, que entonces contaba con muy pocos defensores en el escenario internacional. El contexto político de la época facilitó el diálogo y la colaboración entre ambos países, que superaron un largo periodo de distanciamiento con el propósito de coaligarse para defender la legitimidad de sus respectivos gobiernos. Al finalizar la guerra en España el entonces presidente de ese país, Lázaro Cárdenas, concentró los esfuerzos de la diplomacia mexicana en el auxilio de las decenas de miles de combatientes republicanos que lograron evadir a las milicias franquistas, y su casi seguro fusilamiento o encarcelamiento. Cárdenas cumplió su promesa y abrió las puertas del país a decenas de miles de republicanos, quienes para pisar tierra mexicana tuvieron que sufrir varios años de guerra fraticida y, tras la derrota, la persecución implacable de las huestes franquistas. Finalmente, las relaciones entre ambas naciones se reanudaron el 18 de diciembre de 1975.