Un día como hoy, del año 1533, en la Plaza de Cajamarca, Perú, el último emperador inca, Atahualpa, era acusado, sentenciado y ejecutado por conspiración, sublevación, herejía y el asesinato de su propio hermano, Huáscar.
Atahualpa, último Inca de la dinastía Hanan Cusco, mantuvo una sangrienta disputa del poder con su hermano Huáscar, también heredero de Huayna Cápac, que derivó en una cruenta guerra civil de la que salió victorioso en 1532.
Inteligente y autoritario, fue capturado por las huestes españolas, el 16 de noviembre de ese mismo año, en Cajamarca, durante una emboscada que lo sorprendió mientras se disponía a un encuentro pacífico con el conquistador Francisco Pizarro.
Una vez apresado, Atahualpa fue instado a abrazar la religión católica y someterse a la autoridad de la Corona española. Ante la negativa del emperador, las huestes de Pizarro desencadenaron una masacre.
Tras un extenso cautiverio, y aunque pagó un rescate formidable de oro y otras riquezas, Atahualpa fue acusado de idolatría, poligamia, herejía, incesto, traición y fraticidio, entre otros cargos. Antes de ser ejecutado en la horca, fue bautizado con el nombre cristiano de Francisco.