El 6 de diciembre de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla, líder del movimiento de independencia de México, declaró la abolición de la esclavitud en Guadalajara, en la región de Nueva Galicia (actual Jalisco). Este acto representó un hito en la lucha por la igualdad y la justicia social en la Nueva España, marcando una postura radical contra las estructuras de poder de la época.
La abolición de la esclavitud fue proclamada desde el Palacio de Gobierno de Guadalajara, apenas unos meses después del famoso Grito de Dolores. Hidalgo buscaba no solo la independencia política de España, sino también la transformación social que liberara a miles de esclavos indígenas y afrodescendientes. Aunque la medida encontró resistencia entre las élites criollas y no se implementó de inmediato, fue una declaración simbólica de los ideales del movimiento independentista.
En su decreto, Hidalgo también estableció que los dueños de esclavos no serían compensados, una medida que desafiaba directamente el orden económico colonial. Esta acción, junto con la incautación de bienes de los españoles peninsulares, buscaba socavar las bases del sistema colonial y redistribuir los recursos para beneficiar a las clases más desfavorecidas.
Aunque Hidalgo sería capturado y ejecutado en 1811, su legado como abolicionista y precursor de la independencia perdura. Su decreto en Guadalajara marcó un precedente histórico para la eventual emancipación de los esclavos en el México independiente.