El gobierno argentino ordena una ofensiva sobre territorios del sur del país habitados por tribus mapuches, tehuelches y boroanas que atacaban los asentamientos blancos o se resistían a aceptar la autoridad de Buenos Aires. Un total de 6.000 soldados de línea y milicias nativas aliadas ataca los asentamientos aborígenes situados al sur del río Colorado. Las tropas blancas cuentan con fusiles Remington y el apoyo de nuevas tecnologías como el ferrocarril y el telégrafo, las cuales resultan decisivas para derrotar a las tribus que se oponen al avance. Oficialmente se reportan 1.300 nativos muertos. Decenas de miles de indígenas son apresados y enviados a trabajar en obrajes y casas de familia como mano de obra semi esclava. La Argentina obtiene el control sobre un millón de kilómetros cuadrados de la Patagonia, que también eran reclamados por algunos sectores políticos de Chile.