El hallazgo de Balamkú: la entrada al inframundo maya que redefine Chichén Itzá
Chichén Itzá, la Ciudad de los Dioses del Agua, ha revelado uno de sus muchos secretos; uno que ha permanecido oculto por más de mil años. Se trata de una cueva, que es un santuario maya subterráneo en perfectas condiciones de preservación.
La cueva, que la cultura maya adjudicó al dios jaguar, se llama Balamkú y está situada a casi 3 kilómetros del Templo de Kukulkán. Fue descubierta por primera vez en 1966, cuando campesinos de la región la encontraron casualmente.
Después de dar aviso a las autoridades, el arqueólogo Víctor Segovia Pinto la recorrió y elaboró un informe que reportaba el hallazgo de enormes cantidades de material arqueológico. No obstante ello, por motivos que aún se ignoran, la cueva fue cerrada y los informes se extraviaron.
Las historias del lugar cuentan que el arqueólogo fue advertido por los lugareños sobre "cosas malas" que podrían ocurrir si se ingresaba al lugar sin permiso y "aires malos" que enfermarían a cualquiera que profane el santuario.
Ahora, el arqueólogo Guillermo De Anda, a cargo del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), redescubrió Balamkú mientras trabajaba en la exploración subterránea de Kukulkán. Se trató nuevamente de una gran casualidad.
Dentro de la cueva, a la que se accede mediante pasadizos extremadamente estrechos, fueron hallados elementos rituales que los antiguos mayas ofrendaron a Tláloc. Se trata de una colección de 200 objetos en perfecto estado de preservación.
Entre otros, fueron hallados jarrones, incensarios, platos decorados y vasijas con una datación superior a los mil años. El análisis arqueológico permitirá una mejor comprensión de las condiciones culturales y climáticas durante la construcción de Chichén Itzá.
Fuente: infobae.com
Imagen: Shutterstock / infobae.com